martes, 3 de septiembre de 2013

Hoy pensé lo siguiente acerca del amor.
Para que haya un intercambio posible de amorosidad, una de las dos personas involucradas, debe permanecer en un estado estático de amor. De quietud amorosa. No pasiva, si no suspendida. El otro, en cambio, tiene que ejercer su capacidad amatoria de manera irruptoria y activa. Como un ejercicio aeróbico que se practica en las mañanas.
No pueden ambos sostener la misma actitud de latencia, o bélica y pretender que la relación sea armoniosa. Eso no es posible. El resultado de eso es; o bien, la muerte en un duelo amatorio, donde las dos partes se arrancan los miembros a mordiscos, o el amor por correspondencia de dos eunucos.
Hoy pensé eso, y como todavía es hoy, lo firmaría con mi propia sangre ante un juez de paz.

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